Él era el único.
El era el unico acero, que no se doblaria por el libre albedrío de Thearesia.
Era una espada, pero sus límites no podían ser determinados por ella misma, que era el『Santo de la Espada』.
Esa era indudablemente la razón por la que su yo había llegado a preocuparse tanto por él.
«Es Wilhelm Trias.»
Tres meses después de conocerlo, había intercambiado nombres con el joven Wilhelm.
Aunque se habían cruzado en multitud de ocasiones, ni una sola vez preguntaron por el nombre del otro.
La verdad era que Thearesia había esperado la oportunidad varias veces, pero Wilhelm no se había percatado en absoluto de ese deseo. Finalmente habían conseguido intercambiar nombres únicamente porque Thearesia se impacientó y lo inició, Wilhelm se limitó a dar la respuesta adecuada.
«Te había llamado la «mujer flor» en mi mente hasta ahora».
Qué descortés podía ser este hombre.
Sus palabras no tenían ni un fragmento de solicitud, ni su mente preocupada por su propio yo sin tener ninguna consideración por ella, conversó durante un rato y al sentirse satisfecho volvió arbitrariamente, así que el corazón de Thearesia no hizo más que juguetear.
«¿Te gustan las flores?»
«No, las odio».
Esta fue su respuesta, a pesar de haber visto tantas veces la magnificencia del jardín de flores especial de Thearesia.
Sin duda, era incapaz de limitarse a seguirle la corriente a la otra parte o a levantarle el ánimo.
A pesar de sentirse angustiada por ello, no pudo evitar reflexionar: «Pero, esto es precisamente lo que le convierte en una persona tan espadachina también……».
En esos momentos, a Thearesia se le escapaba la existencia de su yo salvado por la presencia de una espada que no se alteraba como ella deseaba, para quien algo como el『Santo de la Espada』 no era nada digno de mención.
«ーー¿Por qué, blandes la espada?».
Desde que intercambiaron nombres, las palabras que intercambiaban empezaron a variar también.
Solían hablar de flores, seguían con otros temas varios y luego se separaban. Lo que concebía malestar en sus intercambios habituales, se debía seguramente a la tristeza de aquel día.
Los intentos de someter a la guerra a los semihumanos habían fracasado, y Thearesia había oído hablar de las escaramuzas en el campo de batalla.
Dispersos por todo el reino, los demi-humanos que estaban en el centro detrás de toda la destrucción precipitada eran extraordinariamente fuertes, y entre ellos había una『bruja』 que dominaba una inmensa fuerza sobrenatural, cuya existencia también había sido confirmada, es lo que ella había oído.
Se inquietó bruscamente.
Mucho antes, Wilhelm le había dicho que era un soldado del reino. Sin embargo, era un espadachín extraordinario. Además, sus ojos parecían terriblemente hambrientos de sangre.
Un reino sacudido por la guerra civil, que era realmente adecuado para ser su soldadoーー a pesar de todo, no era invencible en absoluto. Podría dejar de venir a esta plaza matutina algún día.
Esta inquietud, hizo preguntar a Thearesia.
Poniendo fin a su danza de espadas, el sudoroso Wilhelm se centró directamente en los ojos de Thearesia. Luego se detuvo y contempló por un breve momento, y se encogió de hombros, haciendo un gesto de lo tonta que consideraba su pregunta,
«Porque esto es todo lo que tengo».
Así respondió, como corresponde a un simple golpe de acero.
Esa era realmente la respuesta que Thearesia esperaba, y sin embargo…
Thearesia se dio cuenta de la sensación de que su pecho se afilaba por la inquietud y el aislamiento.
«¿Te han llegado a gustar las flores?»
«No, las odio».
«¿Por qué blandes la espada?»
«Porque es lo único que tengo».
Con el paso del tiempo, se había convertido en una promesa solemne entre los dos, reiterar con seguridad este intercambio a solas.
La propia Thearesia, no sabía qué respuesta buscaba a las incesantes y recurrentes preguntas. Ignoraba si estaba bien tranquilizarse por las respuestas que permanecían inalteradas, o si debía anticipar una alteración en su ser que volvía a ser como acero invariable, no sabía nada.
Dejar imprudentemente las cosas tal y como eran era la esencia misma de Thearesia.
Así como ella, mientras se le confiaba el título del『Santo de la Espada』, había enviado a sus hermanos a la muerte, había cargado a Carol de responsabilidades, y ahora seguía viviendo un tiempo de indolencia.
Por eso, el cambio siempre llamaba a la puerta, a la vez que condenaba a Tearesia al ostracismo.
※ ※ ※ ※ ※ ※ ※ ※ ※ ※ ※ ※ ※
La primera en llegar a la plaza, principalmente solía ser Thearesia.
Las visitas de Wilhelm, antes irregulares, ahora las tenía controladas y sabía perfectamente qué saludos y conversaciones intercambiar cuando se encontraba con él.
Thearesia también llegó a darse cuenta de cómo se había estado complaciendo en su ser.
Al intercambiar palabras con Wilhelm, al posar sus ojos en aquel que lo había dedicado todo a la espada, Thearesia pudo olvidar brevemente la carga del『Santo de la Espada』 que pesaba sobre ella.
Por ser el『Santo de la Espada』, había sido seducida por él, y como parecía estar diciéndole que ser el『Santo de la Espada』 era pura chorrada, estaba siendo salvada por él.
Que ella quisiera seguir siendo el『Santo de la Espada』, o que no lo quisiera, sólo eso era mendaz.
Dentro del agua tibia carente de respuesta, la sumergía una culpa incesante, ilimitable.
Su presencia, la hizo olvidar incluso eso.
«Wilhelm.»
Como de costumbre, sintiendo la presencia casi fácil de discernir, Thearesia se volvió hacia atrás.
De pie en la entrada de la plaza, había un joven de la espada.
Sus labios se movieron involuntariamente, manifestando una sonrisa que Thearesia lanzó hacia él.
«ーーーー»
El momento de un colapso imprevisto de emociones, fue entonces.
Los ojos distendidos, los labios temblorosos, Wilhelm ocultó su rostro con una palma temblorosa. Thearesia también se quedó atónita ante su dramática respuesta, en estado de shock.
Preguntándose en qué se había equivocado, Thearesia se precipitó hacia él, mientras se tapaba la cara. Sin embargo, no sabía qué decir.
Hasta el día de hoy, Thearesia hacía todo lo posible por rechazar la conexión para no herir a los demás.
Por eso, incluso cuando hería el corazón de alguien, no sabía cómo manejarlo.
Estaba desesperada. Hacia ella misma, que no sabía nada y nunca se esforzó por saber.
Hacia ella misma, que no pudo pronunciar una palabra, ante el angustiado Wilhelm.
«Wilhelm……»
Sin saber qué decir, los dedos de Thearesia se acercaron a Wilhelm. Cuánto tiempo hacía que no iniciaba un contacto físico con nadie.
Petrificada por herir a los demás, se volvió incapaz de tocar a nadie.
Sin embargo, en estos momentos, alejarse de él sin tocarlo era mucho más petrificante.
Thearesia tocó con sus dedos la mano de Wilhelm, que le cubría la cara. Mientras él temblaba terriblemente descorazonado, saboreando una sensación cálida hasta lo inverosímil, ella se dio cuenta.
La espada, el acero, cuando se bañaba en un calor desalentador y luego se golpeaba, se metamorfoseaba en acero aún más reforzado.
Aunque Wilhelm era una espada de un solo golpe, no era una espada perfeccionada.
Y ahora, habiendo concebido el calor, Wilhelm estaba en plena metamorfosis tras ser golpeado como acero.
Y el papel de golpear el acero para ese propósito, fue ahora solicitado a Thearesia.
ーーSi el tema era una espada, entonces ella misma, el『Santo de la Espada』, debía estar familiarizada con ella.
Con respecto a esta persona, con respecto a esta espada, ella seguramente deseaba entender.
«¿Te han llegado a gustar las flores?»
Espontáneamente, vocalizó su pregunta habitual.
Si hubiera habido un espectador observando a los dos, podría haber reflexionado sobre lo absurdo de su consuelo. Sin embargo, sólo entre los dos, esto era para mejor.
«……. Yo no, los odio».
Y, vino una respuesta diferente a su pregunta sin cambios.
Esto era lo que la antigua Thearesia había pensado, sobre esto.
Algún día, cuando la respuesta de Wilhelm cambiara, Thearesia volvería a saborear el abatimiento, el desaliento y el temor de ser dejada atrás.
Eso no ocurrió. Ella simplemente amaba su ser cambiante.
Metamorfosearse, el acero buscando hacerse más fuerte, la espada de un solo golpe, era querido.
«¿Por qué, balanceas la espada?»
Así, seguramente, esta pregunta también tenía una respuesta diferente.
Y posiblemente, esa respuesta será la que trae la salvación a Thearesiaーー,
«Porque esto es todo…… se me ocurrió, para una manera de proteger. »
Así respondió Wilhelm, que no tenía nada más que la espada.
Sí, esta persona, no tenía nada más que la espada.
Está bien, porque así es como es. Esta persona.
ーーEso fue todo, su conversación de rutina, ya no era necesaria entre los dos.
Sin embargo, eso no significaba que perdieran la oportunidad de intercambiar palabras en la plaza.
Más bien, en términos de intercambio de palabras exclusivamente, las oportunidades para ello eran
más que antes.
Wilhelm, que visitaba la plaza para blandir la espada, llegó a priorizar amablemente hablar con Thearesia por encima de blandir su espada.
Mientras él se sentaba en unos escalones contemplando el panorama del jardín de flores, ella inclinaba sus oídos hacia las palabras de Wilhelm, indefectiblemente desprovistas de tópicos. Arte ilimitadamente inadaptado a la conversación, sólo escuchar su voz la tranquilizaba.
«Se habló de conferir, y me convertí en caballero».
La forma en que comenzó el tema del día, y su mirada vagamente concebida con calor.
Aunque Thearesia no era muy sociable y había seguido manteniendo las distancias con los demás, era tan estúpida como para no darse cuenta del significado que había detrás de aquellas palabras del joven, que reunía tanto valor.
Que un simple plebeyo fuera aceptado como caballero por su labor en el campo de batalla era algo excepcional.
Cuántas hazañas había logrado el Demonio de la Espada, Wilhelm Trias, era algo de lo que el despreciable, cobarde y desencantador『Santo de la Espada』 era dolorosamente consciente.
Así como por lo que él, al serle concedido el honor de caballero, había alcanzado ese estatus.
«Ya veo, enhorabuena. Te has acercado un paso más a tu sueño, ¿verdad?».
Como era consciente de su verdadera intención, Thearesia respondió deliberadamente con una actitud despreocupada.
Si actuaba despreocupadamente, no pudo evitar sonrojarse por un instante. Dedicando autocontrol a la totalidad de sus nervios, Thearesia esbozó una sonrisa a Wilhelm, que tenía la expresión de haber probado un balanceo por debajo del hombro hacia abajo.
«¿Sueño?»
«Agarraste la espada para proteger, ¿verdad? Un caballero es alguien que protege a los demás, después de todo».
Ante la respuesta de Thearesia, Wilhelm asintió con el semblante humillado al instante.
Aunque normalmente es rebelde, a veces mostraba un lado infantilmente manso.
ーーDeseaba que su existencia estuviera dentro de lo que él quería proteger.
A pesar de poseer en parte convicción, se odiaba a sí misma, que se aseguraba así.
A pesar de saber que sus sentimientos seguramente se transmitían el uno al otro, su yo que se abstenía de emprender la acción era verdaderamente, verdaderamente estúpido, aborrecible, repulsivo, irredimible, por lo tanto, una vez más, Thearesia erraba.
En la medida en que dedujo que, pensándolo bien, nunca había hecho nada correctamente, jamás.
※ ※ ※ ※ ※ ※ ※ ※ ※ ※ ※ ※ ※
Con su ciudad natal en llamas, Wilhelm se lanzó solo al campo de batalla.
El informe de Carol, sin aliento, informándole de la impredecible y firme lucha que estaba librando el Demonio de la Espada, comenzó a despojar a Thearesia de su calor corporal, casi derrumbándola de rodillas en ese mismo lugar.
Thearesia, cuyo semblante palidecía por momentos, pudo comprender el juramento de Carol. Podía comprenderlo, pero no se despertó en ella ninguna vitalidad. Lo sabía, la situación era así de desesperada.
«ーーーー»
La inoportuna voz de alguien entró en los oídos de Thearesia, que tenía los ojos fijos en el suelo.
No era Carol. Tampoco era alguien de la casa. Pero, ella estaba familiarizada con la voz, como si perteneciera a alguien que había estado cerca de Thearesia durante mucho tiempo, y por lo tanto se dio cuenta.
Que era la voz de la risa del Dios de la Espada, ridiculizando a su yo que siempre había disipado el afecto y el amor.
«ーー Tengo que irme.»
Mientras escuchaba la risa del Dios de la Espada, Thearesia se levantó lentamente.
Incluso ahora, la burla seguía resonando dentro del pequeño cráneo de Thearesia. Sin embargo, mientras era burlada por el Dios de la Espada, no debía renunciar a todo de esta manera.
Ella le había confiado todo a su hermano mayor, y lo había llevado a la muerte.
Había llevado a la muerte a su segundo hermano mayor, a su hermano menor y a su tío, cargándoles con sus propias responsabilidades.
Pero, sólo él, sólo Wilhelm, no lo concederé.
Porque esa espada, ese acero, sólo a esa persona, me pertenece únicamente a mí.
«Carol, prepárate.»
«Thearesia-sama…… Sin embargo, la condición de tu cuerpo es……»
«ーーPrepárate.»
Carol, preocupada por el físico de Thearesia, enderezó la espalda ante la segunda orden. Moviéndose rápidamente, inmediatamente hizo todos los preparativos necesarios para Thearesia.
El traje de batalla que no se había puesto desde la época de su primera unidad y primera batalla, y la espada larga extraña a la sangre.
«Esta vez seguro, no cometeré ningún error».
Prestando juramento al sable largo que empuñaba, Thearesia apresuró a Carol y saltó al carruaje de dragones.
Los carruajes de dragones que se dirigían en ayuda de Wilhelm, eran más numerosos de lo que Thearesia suponía. Eran muchos los que estaban en la misma unidad que él, o los que recitaban deudas de favor y gratitud hacia él por haber sido salvados por él.
Aunque era una espada desenvainada, aquel joven nada más que aguijoneante no aparecía por ninguna parte.
A estas alturas, aquel joven se había convertido en una espada preciada, seduciendo a muchos con su brillo y su filo.
ーーEl frente de la ciudad natal de Wilhelm, se había desmoronado por completo en este punto.
Gritos y bramidos reverberando, el campo de batalla impregnado por el olor de la sangre y el fuego.
En medio de las horribles circunstancias, Thearesia sintió náuseas en el pecho. Se había imaginado a sí misma en el campo de batalla innumerables veces. Sin embargo, la realidad pintaba con facilidad la crudeza de su imaginación.
En el campo de batalla, donde se infligían heridas, se cobraban vidas, donde la sangre y la muerte corrían desenfrenadas, algo parecido a la determinación carecía de valor.
«En cualquier caso, ¡busquen a Wilhelm!»
El que alzó la voz fue Bordeaux Zellgef, al frente de un ejército de veteranos. Tras su rugiente orden, la unidad, ataviada con una armadura similar a la roca, comenzó a moverse unida.
«¡Thearesia-sama! ¿Qué debemos hacer? ……»
La voz de Carol resonó, pidiendo instrucciones, pero Thearesia no la oyó.
El grupo de Burdeos se enfrentó a los soldados enemigos, que habían asolado su ciudad natal. En medio de la temible refriega, ella le percibió débilmente.
¿«Thearesia-sama»?
En cuanto se dio cuenta, sus piernas se movieron.
Los pies de Thearesia surcaron el campo de batalla entre guerreros, sin una pizca de desconcierto. Ni siquiera necesitó mirar para saber hacia dónde dirigirse.
Pisó el suelo, atravesó los montones de cadáveres y se dirigió al punto donde convergían los gritos de rabia y los lamentos de muerte.
Y al llegar al lugar saturado por el penetrante olor de la sangre, Thearesia vio.
Justo en esos momentos, ante el derrumbado Wilhelm se alzaba un semihumano verde, con una enorme espada en alto para ser blandida hacia abajo.
Con el rostro bañado en sangre, Wilhelm miraba hacia la enorme espada. Sus labios se movieron. Con voz débil y debilitada, murmuró algo.
«No quiero, morir……»
«ーーーー»
No pasa nada.
Está bien, te lo aseguro.
«ーーーー»
Ya no podía oír nada.
Thearesia sólo rumiaba lo que había oído por última vez, el susurro de Wilhelm.
Blandió la espada larga que empuñaba. Era ligera.
Sin hacer ruido, es más, sin siquiera impactar, el semihumano fue fácilmente decapitado.
Pateó el cuerpo gargantuesco que se desplomaba mientras sujetaba la enorme espada, para que no cayera sobre Wilhelm. Al mismo tiempo, disparos de animosidad y sed de sangre avanzaban hacia el esbelto armazón de Thearesia.
Ella podía sentir todas sus trayectorias. Podía leerlas. Podía sentirlos en la piel.
Esquivándolos, Thearesia siguió con su espada un rayo misterioso que podía ver.
Sin saber cuándo aparecían, unos misteriosos rayos blancos levitaban por el aire. Lo que era aún más misterioso, era que sus instintos sabían que todo lo que tenía que hacer era rastrear esos rayos con su espada.
Trazando, trazando, su espada se deslizó sobre los rayos blancos.
Su espada se deslizaba como el viento, cortando los cuerpos de los semihumanos sobre los rayos de uno a otro.
Cortando sus miembros, decapitando sus cabezas, apuñalando sus abdómenes, segando sus vidas.
La『Protección Divina del Santo de la Espada』, la『Protección Divina del Dios de la Muerte』, detonó ante la oportunidad por fin alcanzada.
Al perder la muñeca, esa herida no se cerrará.
Al empalar el abdomen, la hemorragia no cesará.
Incluso la más superficial de las heridas, su dolor carcomerá y corroerá por toda la eternidad.
«ーーーー»
Una mirada, por el rabillo del ojo vislumbró a Wilhelm siendo levantado.
Un joven que portaba un escudo, y a su lado estaba Carol. Buscaban cargar con el aturdido Wilhelm, y retirarse de este teatro.
Sí, muy bien.
Rápido, y por favor llévate a Wilhelm lejos de un lugar como este.
«Thearesia-sama…… ~hk.»
Carol apretó el colgante que llevaba en el cuello, contemplando a Thearesia mientras blandía la espada. Su gesto, parecido a una plegaria, hizo que Thearesia esbozara una pequeña sonrisa.
Supongo que sí. Era tal como Carol había dicho, ¿no?
En efecto, soy más fuerte que nadie y mejor que nadie para matar.
ーー Si tan sólo, me hubiera dado cuenta de esto un poco antes.
«ーーーー»
El joven se llevó apresuradamente a Wilhelm, que se retorcía en un intento de permanecer aquí.
Wilhelm, raspando el suelo en resistencia, no lo consiguió debido a las heridas que recubrían todo su cuerpo.
Su presencia se desvaneció. Por lo cual, se sintió aliviada.
Mientras se sentía aliviada, saqueó las vidas de uno, dos, tres. Fácilmente, sin esfuerzo.
Acuchillando, desgarrando, cortando, lavando los gritos de rabia y los lamentos de muerte.
Deshaciéndose de la eterna y molesta voz del Dios de la espada.
Sólo déjame oír su voz, él, que desesperadamente se aferró a la vida.
Por favor, graba mi razon, para luchar asi.
Por favor, hazme creer, que mi espada puede salvar a Wilhelmーー.
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