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ED Capitulo 6183

ED Capitulo 6183 La vida sin cultivación.

Las Ruinas de la Tierra Antigua, situadas en el centro del  Mundo Antiguo, solían ser el corazón de todo este mundo. Sin embargo, en la actualidad, no son más que un vasto y deteriorado terreno.

(bueno cambiare a mundo antiguo, ruinas de la tierra vieja no me suena muy bien, suena mejor ruinas de la tierra antigua y si, por el momento dice ruinas de la tierra y no ruinas del mundo antiguo… aunque es lo mismo xd)

En comparación con el pasado, las Ruinas de la Tierra Antigua han mejorado mucho. Donde antes todo estaba destruido, ahora hay señales de vida. La naturaleza ha comenzado a recuperarse.

Este lugar fue antaño un epicentro de prosperidad, albergando muchas sectas incomparables como la “Montaña de los Cinco Elementos”, “Río Claro”, “Sistema de Bambú Famoso”, “Montaña de Bronce Inmortal”, y “Sistema de los Nueve Secretos”, entre otras.

Cada una de estas sectas fue extremadamente próspera, ocupando posiciones prominentes, como los sistemas antiguos del clan Li o el clan Mu, que jamás conocieron la decadencia.

(eso paso hace unos 2 años o quizas más 😮 como ha pasado el tiempo)

No obstante, tras una serie de grandes guerras, este lugar que una vez fue próspero quedó en ruinas. Numerosas sectas fueron destruidas o dispersas a otros lugares.

Durante la Guerra de la Matanza Inmortal y la Guerra de Matanza del Cielo, inmensas batallas se libraron en estas tierras. A medida que se abrían nuevos campos de batalla, muchas sectas fueron destruidas, emperadores cayeron y progenitores legendarios perecieron. Finalmente, durante la Guerra de Vigilia, estas tierras dejaron de ser escenario de batalla.

¿Por qué? Porque las sectas poderosas fueron destruidas o se debilitaron tanto que ya no podían participar en ninguna guerra, lo que permitió que estas tierras respiraran en paz.

Durante las largas eras de la Guerra de Matanza Inmortal y la Guerra de Matanza del Cielo, hubo numerosas batallas y un campo de batalla tras otro se abrió en estas tierras. Aunque hubo victorias, cada batalla contribuyó a la destrucción de las sectas y la fragmentación del terreno.

Durante siglos, estas ruinas quedaron marcadas por tierras destrozadas: algunas quemadas hasta ser cenizas, otras con montañas y ríos arrasados, e incluso algunas tierras malditas.

Estas tierras se convirtieron en un lugar inhóspito donde ninguna forma de vida podía sobrevivir.

Afortunadamente, con el colapso de las sectas y el declive de sus herederos, no hubo más guerras importantes en estas ruinas. Sin la presión de la guerra, la tierra tuvo la oportunidad de regenerarse.

Bajo el poder de la creación y la fuerza de la tierra, este lugar comenzó a reconstruirse a lo largo de los años. Con la desaparición de las fuerzas poderosas, la tierra recuperó lentamente su vitalidad.

Durante este proceso, seres invencibles visitaron las ruinas. Algunos, movidos por la compasión, ayudaron a la tierra, usando su poder para moldear y revitalizar el lugar.

Gracias a estos esfuerzos y a la regeneración natural, esta tierra devastada finalmente comenzó a mostrar signos de vida. Las descendencias de las sectas supervivientes echaron raíces, lo que trajo nueva vitalidad al terreno.

Aunque esta tierra ya no tiene la prosperidad de antaño ni las maravillas de los sistemas inmortales, fue en su día el hogar de poderosas sectas, un lugar donde la fuerza de los caminos sagrados era omnipresente. Los fenómenos místicos de los inmortales eran comunes y los grandes maestros, capaces de ascender a los cielos o entrar en la tierra, caminaban por todas partes.

Hoy, aunque hay vida, ya no queda rastro de esas glorias. El paisaje está lleno de ruinas y decadencia, como una antigua familia que ha caído en la miseria. Aunque hay signos de actividad, el aire de desolación persiste.

Si te paras en el punto más alto de estas ruinas y miras hacia el horizonte, aún verás picos destruidos, tierras destrozadas y tormentas causadas por el caos del espacio-tiempo.

Sin embargo, en los bordes de estas ruinas, la vida comienza a surgir nuevamente. Ya se pueden ver signos de actividad, algunas criaturas habitando el lugar, e incluso pequeños pueblos han comenzado a emerger.

Este escenario se asemeja a cómo un territorio salvaje comienza a mostrar indicios de civilización. Al menos, el mundo actual no es completamente salvaje; aún hay rastros de la vida humana, aunque débiles. Sin embargo, se puede ver a seres tenaces aferrándose a la vida en esta tierra destruida, luchando por sobrevivir.

Por supuesto, los que han sobrevivido aquí son, o bien descendientes de sectas antiguamente prósperas que luego colapsaron, o bien recién llegados que, al no tener otro lugar, han hecho de estas tierras devastadas su hogar.

Cuando Li Qiye entró en estas tierras y contempló el suelo destrozado, soltó un leve suspiro.

Bajo esta tierra alguna vez residió un poder inigualable, de donde surgieron múltiples fuentes de dao de increíble fuerza.

Se puede decir que estas poderosas fuentes de dao alimentaron esta tierra, otorgándole una prosperidad sin precedentes.

Con tantas fuentes de dao poderosas nutriendo este lugar, era como un paraíso. No solo facilitaba el cultivo, sino que incluso las aves y las bestias podían alcanzar el dao con mayor facilidad.

Incluso un mortal que creciera en un lugar alimentado por estas fuentes de dao viviría más tiempo y gozaría de mejor salud que en otros lugares.

Sin embargo, todo tiene sus pros y sus contras. Si bien vivir en un paraíso de fuentes de dao beneficiaba a los mortales, haciéndolos más longevos y saludables, también creaba emperadores y progenitores. Mientras no hubiera guerras entre ellos, los mortales podían vivir en paz.

Pero si estallaba una guerra entre emperadores y progenitores, para cualquier mortal sería como un desastre natural. Un solo error con el arma de un emperador podría destruir una ciudad entera, o un progenitor podría lanzar una técnica prohibida, que aunque no estuviera dirigida a los mortales, su impacto podría aniquilar un reino entero.

Para los emperadores y progenitores, estas guerras eran triviales, simples batallas en el transcurso de sus vidas longevas.

Sin embargo, para los mortales, una guerra así significaba el fin del mundo. En un abrir y cerrar de ojos, no solo una familia, sino una ciudad o incluso un país entero podría desaparecer.

Sería como si un mortal, al despertarse por la mañana en un día pacífico y soleado, viera repentinamente una mano de un emperador aplastando su ciudad. En un instante, todo quedaría destruido, y las personas no entenderían lo que sucedió ni siquiera en el momento de su muerte.

Esa es la relación entre mortales y emperadores o progenitores. Por suerte para los mortales, su vida dura apenas un siglo, mientras que los emperadores y progenitores viven miles o millones de años.

Durante esos milenios, los emperadores y progenitores pueden librar solo tres o cinco guerras devastadoras, mientras que los mortales habrán visto nacer y morir a cientos de generaciones suyas.

Así que, en el transcurso de los siglos, muchos mortales que vivieron en estas tierras fértiles disfrutaron de una vida plena y próspera. Solo aquellos desafortunados descendientes que nacieron durante una guerra entre emperadores y progenitores fueron los que perecieron.

“Surgen con los emperadores y progenitores, pero también perecen con ellos”, reflexionó Li Qiye mientras miraba las ruinas del Mundo Antiguo . “Para los mortales, lo mejor sería un mundo sin emperadores ni progenitores, un mundo sin cultivación.”

Crear y destruir eras es algo completamente natural. De hecho, este ciclo se repite en cada era.

¿Son realmente los maestros de una epoca quienes la protegen? ¿Son los gigantes supremos los verdaderos guardianes de este mundo?

En realidad, no es así. Si no existieran la cultivación, los maestros de las epocas ni los gigantes supremos, la humanidad se reproduciría generación tras generación, pero nunca alcanzarían la prosperidad. Esta era jamás se destruiría, pero simplemente sobreviviría como una chispa en medio de la vastedad.

Para la gente común, lo mejor sería un mundo sin cultivación, sin progenitores ni emperadores.

Sin embargo, cada era inevitablemente da lugar a nuevos gigantes supremos. Es algo ineludible.

Mientras caminaba por esta tierra, Li Qiye llegó a una montaña y se detuvo. Levantó la mirada y vio una mansión ante él.

Sobre el dintel de la puerta colgaba un cartel de madera con dos caracteres antiguos: “Clan Li”.

 

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