Ciel se sentía tan frustrado como Jace.
Para explicar incluso este asunto tan trivial, tendría que empezar por el pasado lejano y revelar que Irene era la verdadera Santa.
Y Ciel era completamente reacio a decirle al príncipe heredero que ella era la verdadera Santa.
Sabía muy bien lo persistente que podía llegar a ser un Esper una vez que se obsesionaban con algo, y quería mantener este hecho oculto de Jace por ahora.
«No lo entiendo. ¿No se ha confirmado que la Santa es la única Guía? Sin embargo, ahora ha aparecido otro Guía…»
«¿Y si hay otros Espers aparte de nosotros?»
«…¿Qué?»
«Me disculpo por mencionar esto sólo ahora. He visto a otro Esper».
«…Tú».
Ciel continuó, recordando a Morgan.
«Tenía habilidades físicas distintas a las nuestras, superando con creces las de la gente corriente».
«Huh…»
Jace se quedó boquiabierto, tanto por el tardío informe de Ciel como por la chocante revelación de que había otros Espers además de ellos.
Jace permaneció un rato en silencio, pero fue sacado de sus pensamientos cuando el asistente principal regresó y les puso el té delante.
Inmediatamente, Jace engulló su té helado y pidió otro.
«…Sí, Alteza».
Después de que el asistente abandonara de nuevo la habitación, Jace reanudó la conversación.
«¿Es realmente un Esper?»
Ciel también bebió su té helado con frialdad y respondió con indiferencia.
«Sí».
«No, cuéntame más. ¿De qué familia es esa persona?»
«Es el hijo mayor de la Baronía Allen».
«Allen, Allen…»
«El feudo adyacente a Closch. Importan principalmente mercancías del Reino de Yuria.»
«…Adyacente a Closch, ¿eh?»
Ciel sintió una punzada de fastidio ante el murmullo aparentemente trivial.
«Mencioné Closch sólo para explicarme, pero por favor no lo asocies innecesariamente».
«Hah, ahora lo entiendo».
Jace sintió una sensación de alivio, su frustración disminuyó ligeramente. Relajó su cuerpo tenso y habló.
«Así que no contaste toda la historia para proteger a Lady Irene».
La conclusión encajaba perfectamente con los pensamientos de Ciel, a pesar de omitir muchos detalles.
Ciel, tratando de mantener la compostura, respondió despreocupadamente.
«No es por eso».
«¿No es obvio? Simplemente no querías que te quitaran a tu Guía, ¿verdad?».
El certero comentario de Jace y la frase «tu Guía» hicieron que Ciel replicara algo abatido.
«Ella no es mi Guía».
Quiso gritar «¡Sí! ¡Ella es mi Guía!», pero no pudo.
La verdad era la que era.
Irene parecía haberle perdonado, pero él no podía aceptarlo sin más.
Quería arrepentirse del pasado y empezar de nuevo con ella. Lo estaba intentando, pero la frustración de no saber cómo era abrumadora.
Al ver la repentina expresión cabizbaja de Ciel, Jace chasqueó abiertamente la lengua.
La muestra abierta de los sentimientos de Ciel, de la que no se había percatado hasta ahora, dejó a Jace perplejo, y se preguntó por qué no se había dado cuenta hasta ahora.
«Está claro que has caído, pero has caído muy fuerte, amigo mío».
En efecto, traerla como compañera al banquete imperial no fue algo ordinario. Las cosas no han sido normales desde entonces, especialmente siendo ella una Guía.
«No puedes decidir sobre este asunto tú solo. Necesito oírlo de la propia Lady Closch».
Cuando el príncipe heredero dijo tal cosa, la expresión de Ciel se volvió feroz al instante, parecida a la de un perro de caza protector.
Jace resopló en respuesta, al ver el drástico cambio.
«¿Crees que ocultándomelo a mí podrás ocultárselo al mundo?».
«……»
«No es una situación que pueda mantenerse oculta. También hay que informar de esto a mi padre. No es algo que pueda resolver solo».
«…Eso puede ser cierto. Pero si Irene se niega, haré lo que sea necesario para cumplir sus deseos».
Jace soltó una risita irónica ante la mirada decidida de Ciel. Sus palabras no eran diferentes de declarar la disidencia a la familia imperial.
Jace sintió el peligro de las guías por primera vez, al ver a su más leal sirviente cambiar tan radicalmente.
La dicha de ser guiado le había devuelto los ojos nublados y la racionalidad. La situación había cambiado desde que sólo había una Guía Santa.
Se dio cuenta de que los Espers no se detendrían ante nada para proteger a sus Guías.
Y él haría lo mismo para proteger a la Santa.
«Ah…»
Jace comprendió por fin lo que sentía Ciel.